Eduardo Arroyo nació en Madrid en 1937, pero su vida dio un giro en 1958 cuando se trasladó a París, huyendo del ambiente opresivo de la dictadura franquista. Fue en la capital francesa donde comenzó a consolidar su carrera como artista plástico, destacando rápidamente por su estilo narrativo y crítico. En 1964 participó en la exposición "Mythologies Quotidiennes" en el Musée d'Art Moderne de París, un evento clave que lo situó en el panorama del arte contemporáneo europeo.

A lo largo de la década de los años 70, Arroyo desarrolló un lenguaje artístico cargado de simbolismo y referencias culturales, convirtiéndose en una de las figuras principales del arte figurativo en Europa. Durante este tiempo, su obra fue reconocida en diversas exposiciones internacionales. En 1976 expuso en la Bienal de Venecia junto a artistas de renombre, afianzando su posición como una voz crítica y comprometida dentro del arte.

Tras la muerte de Franco en 1975, Arroyo regresó a España, un hecho que marcó un nuevo capítulo en su trayectoria. En 1982 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas, y poco después, en 1983, el Museo Reina Sofía adquirió algunas de sus obras más significativas, como “Los cuatro dictadores”, un testimonio de su lucha contra la opresión política.

Otra obra emblemática, “Le retour des croisades” (1966), se encuentra en el Centre Pompidou de París, mientras que el Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York conserva piezas que muestran su capacidad para reinterpretar el arte tradicional con un enfoque contemporáneo. En los años 90, su actividad se diversificó, explorando también la escultura y la escenografía, con destacadas colaboraciones en producciones teatrales.

El legado de Arroyo quedó sellado con retrospectivas como la realizada en 2017 en el Museo Reina Sofía, pocos meses antes de su fallecimiento en octubre de 2018. Esta exposición reafirmó su relevancia como uno de los grandes maestros del arte español del siglo XX, un cronista visual de las tensiones sociales y políticas de su tiempo.